El regresar al Principio

El 27 de noviembre salió lo siguiente:

Me encontraba en un lugar pacífico sentado leyendo un libro cuando un pequeño perro se me acercó. Movía su colita y con movimientos juguetones se paseaba entre mis pies. Yo como un amante de los animales no pude contenerme y cargué al cachorro para acariciarlo. Mientras sonreía y le hablaba, espontáneamente dije: “quién fuera tú, sin ninguna preocupación más que sobrevivir en el mundo guiado por meros instintos”. Fue entonces que me di cuenta de la maldición a la cual estoy sujeto inevitablemente, una capacidad que me consume por su poder adictivo. No es algo que se pudiese llamar “droga” o “estimulante artificial” ya que, según se dice, puedes liberarte de ellas con mucha fuerza de voluntad o con una terapia psicológica o psiquiátrica. Pero acaso ¿podríamos dejar de pensar? ¿Cuánta fuerza de voluntad o qué tipo de terapia sería capaz de hacernos dejar de pensar “racionalmente”?
La capacidad de pensar, razonar y formar un conocimiento del mundo es lo que toda la gente aceptaría como distinción entre el ser humano y resto del reino animal. Aunque para muchos esto es una ventaja y para otros una bendición, en mi caso particular es mi maldición. El hecho de poder conocer (aunque sea sólo un poco) cosas como la comodidad, la felicidad, el poder, etcétera, se convierte en una sed insaciable de conocerlas más y más. Es más o menos como estar leyendo una novela, cuento, historieta o hasta escuchar las anécdotas del abuelo; mientras más lees o escuchas el interés por el “¿qué parará después?” se vuelve más fuerte hasta que llegas al final de la historia. Sin embargo, eso no nos deja satisfechos y queremos saber “lo que pasa luego”, así que da mucho sentido al hecho de que esperemos ansiosamente una “segunda parte”, y luego “la tercera” y así sucesivamente. De esta manera, puedo conocer lo que es tener un poco de poder, comodidad o felicidad; pero si ya conocí “un poco” ¿cómo será tener más? ¿Cómo será tenerlo todo? De esa manera nunca estoy satisfecho y por lo tanto nunca lo estaré. Pero, ¿Qué sería un ser humano sin su raciocinio? Pues yo opino que sería lo que ya es, un animal, sólo que más modesto y que no se proclamaría como “dueño del mundo” (y que como nunca está satisfecho, quiere ser “dueño del universo”). Entonces acepto que estoy maldito y me gustaría ser un animal común y corriente. Ser tan sólo un inocente animal.
He escuchado una canción por mucho tiempo pero nunca le había puesto atención hasta hace un rato. En general me encanta la música y por ello no pongo mucha atención a lo que dice la letra. Pero “El volver a la inocencia” del grupo Enigma, dice algo muy interesante:
No temas a ser débil, no estés tan orgulloso de ser fuerte,
Sólo mira dentro de tu corazón mi amigo,
Eso será el regreso a ti mismo, el volver a la inocencia.

Si quieres, entonces comienza a reír
Si debes, entonces empieza a llorar
Se tu mismo, no te escondas
Sólo cree en el destino.
Que no te importe lo que la gente piensa,
Tan sólo sigue tu propio camino,
No te rindas a volver, a volver hacia la inocencia.

Eso no es el principio del final,
Eso es el regresar a ti mismo
El volver a la inocencia.

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