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Mostrando entradas de octubre, 2010

-EL SUPERVISOR DE OBRA- Crónicas de un contador anunciado.

Durante los primeros días estuve en chinga recolectando documentación de los empleados, diseñando los formatos para las credenciales, sacándoles las fotos a todos para insertarlas y haciendo que el jefe las firmara. Era tanto trabajo que tuve que trabajar todo el día del sábado y del domingo de la primera semana. Me estuvieron presionando los mismos trabajadores porque sin sus credenciales no los estaban dejando entrar los de seguridad a la entrada. En esos días sólo éramos el jefe y yo en la oficia y como bodeguero está trabajando mi papá. Así que prácticamente todo lo administrativo lo hacía yo sólo. A la mitad de la segunda semana llegó quien fungiría como el supervisor de obra. Mi primera impresión no fue buena en dos sentidos: en que el güey tiene jeta de pocos amigos y habla como con hueva, y la otra en que pues la idea anterior no era correcta del todo. Estos juicios me los supuse porque como ejemplo, ya que el supervisor se había instalado, agarraba mis cosas así de huevos, si

-LA RESIGNACIÓN- Crónicas de un contador resignado

Estaba uno de los primero días capturando toda la documentación de los trabajadores para crear la nómina cuando de repente tocaron la puerta de la oficina. Salí a ver y estaba una persona que preguntaba por “el contador”, yo puse mi cara de guat y le pregunté “¿el contador?”, “sí el contador, me dijo el ingeniero que aquí estaba ¿si es esta la oficina?” y yo aún con mi cara de pendejo respondí afirmativamente, y en eso me cayó el veinte y que le digo, “¡ah sí! Aquí es la oficina ¿en qué le puedo ayudar? Yo soy el…” ahí hubo una pausa porque no sabía si estaba diciendo lo correcto, es decir, aún no me la creía, “yo soy el contador”. Pues resulta que era un proveedor y me estaba dejando unas remisiones. Aquí es cuando nació la frase con la que abrí en la introducción. Alguna vez había pensado que si algún día me comenzaran a conocer o nombrar como “filósofo”, me sentiría de lo más raro. Pero en ese entonces no había reparado en lo que sentiría si me conocieran como “el contador”. Ahí fue

Crónicas de un Contador Resignado

Alguna vez había pensado que si algún día me comenzaran a conocer o nombrar como “filósofo”, me sentiría de lo más raro. Pero en ese entonces no había reparado en lo que sentiría si me conocieran como “el contador”. Ya había contado acerca de mi viaje de trabajo a un lugar cerca de Toluca en este sitio. Sé que fue muy breve, incluso creo que sólo dediqué una entrada. La verdad es que vivía en un lugar alejado de la cíber-civilización (donde sólo existía un café internet infestado con virus y demasiado lento para mi paciencia), que no tenía compu y además me daba flojera (¡qué raro!¿no?). Bueno, esos son los pretextos más baratos que se me ocurren hasta el momento de escribir estas líneas. Sin embargo, espero que esta vez todo sea distinto y pese que acá tengo mucho más carga de trabajo, me pueda sacudir la hueva y escribir las ideas que se me ocurran antes de que se me olviden y me pregunte “¿qué iba a escribir en el pinchurriento blog que me cargo?”. En fin, como introducción a la ser