Esta mañana me estaba bañando y sucedió algo. Un evento que me hizo decidir escribir esto. Es una lista de las diez cosas que me son, por alguna razón, inevitables cada que estoy en una situación similar. Bueno no es un top exactamente porque casi todo me pasa: 1. Cuando me baño siempre, pero siempre, se me resbala el jabón de las manos y le hago una abolladura. ¿Soy muy torpe para bañarme y no sostener bien el jabón o me compro puros jabones suicidas? 2. Cuando como palomitas con salsa siempre, igual siempre, se me cae una a la playera o al pantalón y me mancho de salsa. Y mira que ya sé que siempre pasa, así que por más que lo intente evitar… ¡pasa! ¿Qué tienen las palomitas bañadas en salsa contra mi ropa? 3. Siempre que como mango, se me cae. Por eso siempre los como en el fregadero y así sólo lo enjuago y sigo con el manjar. ¿A quién se le antoja mi mango cada que me como uno? 4. Cuando tengo mucha sed y tomo un vaso con agua y me lo bebo al estilo “¡hidalgo! ¡Hidalgo! ¡Hidalgo!”,...
En esta ocasión, después de más de un año, quisiera agregar una entrada no muy colorida (como de costumbre). Y es que, en estos momentos siento que llevo una carga que ya me pesa. Seguiré la recomendación de un viejo amigo, quién partió hace ya muchos años y aún extraño. Me gustaría consultarte en el más allá en estos momentos. Él decía que si no tenía la confianza de desahogarme tan fácilmente lo escribiera. Entonces he me aquí. "Debemos poner nuestro granito de arena", si toda mi vida lo he entendido bien, es una frase que mucho se usa para persuadirnos de hacer algo que conllevará a un cambio. Los pasados tres meses me han demostrado que eso es una vil mentira. No tiene sentido. Ese "cambio" que "generas" es tan visible como dice aquel otro dicho: "buscar una aguja en un pajar". Pongámoslo de la siguiente manera: tú quieres cambiar de color la playa de Acapulco para que luzca diferente y de atractivo visual para los turistas y la gen...
Durante los primeros días estuve en chinga recolectando documentación de los empleados, diseñando los formatos para las credenciales, sacándoles las fotos a todos para insertarlas y haciendo que el jefe las firmara. Era tanto trabajo que tuve que trabajar todo el día del sábado y del domingo de la primera semana. Me estuvieron presionando los mismos trabajadores porque sin sus credenciales no los estaban dejando entrar los de seguridad a la entrada. En esos días sólo éramos el jefe y yo en la oficia y como bodeguero está trabajando mi papá. Así que prácticamente todo lo administrativo lo hacía yo sólo. A la mitad de la segunda semana llegó quien fungiría como el supervisor de obra. Mi primera impresión no fue buena en dos sentidos: en que el güey tiene jeta de pocos amigos y habla como con hueva, y la otra en que pues la idea anterior no era correcta del todo. Estos juicios me los supuse porque como ejemplo, ya que el supervisor se había instalado, agarraba mis cosas así de huevos, si...
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