Añorando el cyberpasado

En estos momentos me encuentro escribiendo esta entrada desde una cómoda sillita tipo oficina, bebiendo un café que tal vez no es muy bueno, pero al cabo café en un buen ambiente. Escuchando unos susurrantes pulsos que viajan desde mi vecino que, también disfrutando de un café sonríe al leer la carta que le mandó una amiga extranjera que conoció en una sala de conversación. Viendo como una persona entra por la puerta y se acerca a la señorita que a todos sonríe mientras ella lo recibe con una tacita de café y una galletita. Estoy tan a gusto que no me importaría pagar 15 pesos más por reposar una hora más aquí. ¡Oh café internet! ¿De dónde sacas tanta magia?

Si estuviera unos diez u once años atrás, seguro el párrafo anterior sería sincero. Lo cierto es que hoy en el 2009, estoy sufriendo en un café internet. Recuerdo que así funcionaban los primeros conceptos de los pioneros “cafés internet”. El café era gratis y podías consumir el que quisieras. Eran cómodos. Hoy en día los “CyberCafés” no tienen café. Están en locales pequeñísimos y por lo tanto todos se sientan amontonados. Están llenos de virus y programas maliciosos. Tienen un antivirus que no funciona. La computadora está repleta de herramientas que son inútiles y que consumen muchos recursos de las máquinas, haciendo lento el sistema y la navegación. El susurro de los pulsos al teclado del vecino se volvieron en una competencia de a ver quién teclea más fuerte, en el que a pesar de que hago mi mejor esfuerzo porque las teclas están más tiesas que un muerto, voy perdiendo. La verdad esto me desespera, así que tendré que finalizar esta entrada. Ni modo, no hay de otra más que esperar a que pueda contratar de nuevo un servicio de internet.

También antes de despedirme, le mando un saludo a Ramón "el Gud Rivera": Gracias compadre, y mi ausensia se debe un poco a la crisis, ¡Maldita Crisis! Pero, de verdad, trato de no alejarme de estos rumbos.

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