¿Alguien ha visto el perdón por ahí? Nunca lo he visto y me gustaría conocerlo.

Como ya lo había prometido hace algunas entradas, en “Del 4º y 5º paso”, voy a exponer en este mini ensayo mi punto de vista acerca de un oscuro término: El perdón.

Me refiero a que es un oscuro término, porque todas las palabras son usadas de acuerdo a su definición y a lo que se quiere expresar. Así entonces voy a tomar como ejemplo dos definiciones: el punto de vista cristiano de un renombrado escritor y la del diccionario.
C. S. Lewis escribió “Las crónicas de Narnia”, y entre muchos otros libros más, tenemos “Mero Cristianismo”, un libro que al parecer es una de las obras maestras para la introducción a la fe cristiana. Desde que vi el índice, me sentí entusiasmado por llegar al capítulo 17, el que trata sobre el perdón. Quería ver como se justifica “el perdón” en el corazón de la religión que por siglos ha usado dicha palabra (como lo mencioné en la entrada del 19 de febrero del presente) como forma de manipulación de masas. La verdad, quedé decepcionado porque no encontré respuesta clara al término “perdón” y estoy totalmente en desacuerdo con todo el libro. Podría escribir un análisis detallado de todo el capítulo con los numerosos contraejemplos que encontré en la justificación del “perdón”, pero creo que de por sí este “mini ensayo” será algo largo. Aunque si alguien está interesado en el tema y quiere saber más de lo que Lewis expresa acerca de este tema, podría hacérmelo saber y con gusto lo traemos a este espacio. En resumen, puedo decir que Lewis nunca define lo que es el perdonar. Eso sí, al menos dice lo que no es. “(…) un gran número de personas imagina que perdonar a nuestros enemigos significa hacer ver que no son tan mala gente después de todo, cuando resulta bastante evidente que sí lo son.” Así expresó lo que perdonar no es. No estoy seguro de lo que sí es perdonar según Lewis, hay muchas lagunas que de forma elegante tratan de ser tapadas. Lo más apegado que se refiere al perdón es en un solo párrafo:


“(…) en el medio mismo del cristianismo encuentro: <> No hay ni la más remota sugerencia de que se nos ofrece el perdón en otros términos. Se deja perfectamente claro que si no perdonamos no seremos perdonados.”

Puedo decir que esto es falso, porque puede darse el caso que nosotros no perdonemos alguna ofensa y que sin embargo, alguien más nos perdone por haberlo ofendido. De hecho se puede demostrar esta afirmación según el mismo cristianismo, porque supuestamente todos en absoluto somos terriblemente malos y podemos o no perdonar, Dios empero, nos ama tanto que sería capaz de perdonarnos por mera gracia. Lewis acepta que perdonar no es fácil, pero nos da un método de dos pasos simultáneos para hacernos expertos en perdonar: Comenzar perdonando con pequeñeces para luego irnos al perdón de “las grandes ofensas” y entender lo que significa “amarás a tú prójimo como a ti mismo”. Ya el resto del capítulo se la pasa hablando de amar y desearles el bien a las personas. Así que según mi interpretación eso es perdonar a nuestros enemigos. Creo que más que tratar el perdonar, se la pasa hablando de amar a los demás. Pero lo que sí me dejó perplejo, es su respuesta a la pregunta que él mismo se plantea “¿Amar a nuestros enemigos significa no castigarlos?”, en resumen él contesta que en el amar se incluye el castigar y matar siempre cuando no disfrutemos el hacerlo, así lo dice:

“Podemos matar, si es necesario, pero no podemos odiar ni disfrutar odiando. Podemos castigar, si es necesario, pero no podemos disfrutar haciéndolo, en otras palabras, algo dentro de nosotros, el resentimiento, la sensación de venganza, deben sencillamente ser aniquiladas”.

Es decir, debemos amar a nuestros enemigos y, si cometen faltas graves los tenemos que matar, pero eso sí, mientras los matas debes pensar que estás haciendo algo bueno y desear que esas personas sean “arregladas”. Cuando leí eso, me pregunté ¿Dónde diablos quedó lo de “perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”? Concluí que podría haber una gran contradicción en todo esto. Pero descarto esa posibilidad, porque sé que el señor Lewis fui muy hábil y evitó definir qué es “perdonar”, de esta forma, deja en el aire muchas posibilidades de concebir dicha palabra y no podremos tirar toda su argumentación. O sea, algún intérprete podría decir “es que Perdonar significa amar y, si es necesario, castigar con la muerte al ofensor. Pero siempre teniendo en mente que lo haces <>”.

Debido a que no encontré ninguna respuesta, hice lo que debí hacer desde que comencé a escribir este ensayito. Pero ahora lo haré. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:

Perdón: Acción de perdonar (remitir). Efecto de perdonar (remitir). Indulgencia (remisión de la pena).
Perdonar: Remitir la deuda, falta, delito u otra cosa que toque al que remite. Exceptuar a uno de alguna obligación general.
Remitir: Perdonar, alzar la pena, libertar de un una obligación.

Agrego remitir porque en la primera definición se pone dos veces entre paréntesis. Bueno no estaba muy alejado de lo que yo concebía por dicha acción. Así que tomando esta definición contradecimos al señor Lewis. Hay una gran diferencia entre Perdonar y castigar, de hecho para mí son totalmente opuestas como bien se menciona en las definiciones. Perdonar es liberar al deudor de la pena o castigo. Castigo en cambio, el diccionario dice: Pena impuesta al que ha cometido un delito o falta. De esta forma yo no encuentro ninguna relación directa entre amar y castigar o perdonar, porque podemos amar y castigar o no castigar, amar y perdonar o no perdonar. Entre perdonar y castigar existe una relación de oposición y de incompatibilidad.

¡Bueno Ya! Basta de puro bla bla bla y veamos los casos prácticos. Como he mencionado, no creo en el perdón, no es práctico en el ámbito humano ni en el divino. Es simple, tomemos dos ejemplos sencillos:

a) En el caso de las señoritas, supongamos que tienes una hermana. Se va a ir a una fiesta y te pide prestado el vestido más hermoso, elegante y caro que tienes. Obviamente es tu hermana y la amas, así que decides prestárselo. Pasan varios días y no te lo regresa. Entonces le dices “¿y mi vestido?”, ella con cara vergüenza te lo entrega. Lo miras y notas que tiene una gran rajadota. ¡Se trata del vestido más hermoso, elegante y caro de todos! Ella apenada repite “perdón perdón perdón, discúlpame discúlpame discúlpame”. Eso sí, en muchas ocasiones es una palabrita mágica que te detiene de no darle un cachetadón a la chamaca por descuidada.

b) Tienes un gran secreto, uno muy oscuro, y se lo cuentas a tu mejor amigo. Él sin querer en una conversación se lo revela a alguien más y así se convierte en el chisme candente del año. Tú sabes que sólo una persona en el mundo lo sabía. Te enojas con ella, quien te dice estar arrepentida y agrega “perdóname, fui muy estúpido(a), discúlpame de verdad me siento muy apenado(a)”.Una vez más la palabra tiene un efecto en el que te detiene de no tomar represalias.

En los ejemplos a) y b) sólo hay de esto: perdonas o no perdonas, te desquitas o no te desquitas, te vengas o no te vengas, castigas o no castigas. En el ejemplo a) podría pasar que debido al gran lazo de unión familiar que tienen las hermanas, la afectada perdone, o al menos diga que perdona a la ofensora. Pero lo cierto es que morirá sin haber dado un legítimo perdón. Es posible que nunca más le preste otro vestido con un alto valor estimativo, o podría hacerlo, pero con el temor de que volverá a pasar la misma tragedia, esa sería una forma indirecta de castigar. Ese acontecimiento con el vestido se habrá convertido en un trauma. Y estoy cien por ciento seguro que así es. Si la afectada nunca se hubiera enojado, y dijera “no te preocupes hermanita, no pasa nada, no me enoja que hayas roto mi vestido”, es seguro que la dueña del vestido no le tenía ninguna estima al objeto, de ser así, no habría ofensa, no habría qué perdonar, ya que el perdón carece de sentido si no hay qué perdonar. En el caso b) Es posible que el afectado no perdone y decida tomar venganza o simplemente no haga nada al respecto más que alejarse de su amigo y aplicarle la ley del hielo. O podría decir “no te preocupes amigo, te perdono, no pasa nada. Borrón y cuenta nueva”. Lo cierto es que sólo estará mintiendo. No lo/la perdonará. La prueba es que nunca jamás volverá a contarle algún secreto. No habrá nada de borrón y cuenta nueva. Una vez más, sería un castigo de forma indirecta.

Como dijo Lewis, podemos irnos entrenando y empezar perdonando cosas pequeñas como estas. Pero si no podemos perdonar estas pequeñeces ¿Cómo chingados vamos a perdonar cosas de verdad duras y difíciles? ¿Cómo perdonar a una persona que violó y mató a tu hermana? ¿Cómo perdonar a quién arruinó tu carrera profesional para toda tu vida? ¿Cómo perdonar al juez que te sentenció a muerte por un delito que tú nunca cometiste? Simplemente imposible. Podemos afirmar que hemos perdonado, pero por más que lo intentemos, moriremos sin poder olvidarlo y teniendo siempre un resentimiento con nuestro ofensor.

Por otro lado, la culpa puede incluso ser una fuerte arma de manipulación como bien lo mencioné en la entrada del 4º y 5º paso. Esa ha sido la herramienta más efectiva y lucrativa jamás usada por la iglesia (aunque no es exclusivo de ella, en la sociedad es muy común, como entre amigos por ejemplo). En el cristianismo, sobre todo en el catolicismo, la redención o el perdón estaba ligado a un precio. Podías comprar por x precio la indulgencia. Pero en términos generales, el cristianismo nos ha hecho vivir en una cultura de la culpa. ¿Por qué? Simplemente por el hecho de que nosotros matamos al hijo de Dios. O sea, no es cualquier cosa, si matas a un hombre, no hay tos. Pero ¡Matar al hijo de Dios! Es la culpa lo que nos lleva a sentirnos tan mal con nosotros mismo, que aceptamos ser esclavos de la Iglesia. Es que imagínate. Dios nos ama tanto que nos envió a su hijito adorado ¿y nosotros que hicimos? ¿Cómo se lo pagamos? ¡Lo matamos!

Ahora, si te preguntaste a qué me refería cuando dije “[el perdón] no es práctico en el ámbito humano ni en el divino”, sobre todo con lo divino, bueno… no creo que los humanos seamos capaces de perdonar, como tampoco lo es el Dios del antiguo testamento desde el principio de la humanidad. Dios en el Edén emite una sentencia y un castigo a Adán y Eva por comer frutos del árbol prohibido, que por cierto aún no entiendo cómo es que Dios puso un árbol que podía matar a sus amadas criaturitas. En Éxodo 3:16:

“A la mujer [Dios] dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.
Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”


Por lo tanto Dios tampoco nos perdonó y hasta estos días sufrimos por causa de su sentencia. Alguna vez le pregunté a una persona cristiana que por qué Dios no nos convirtió desde un principio en polvo y creó a una creatura que sí le obedeciera o por qué nos dejó vivir en el mugrero que vivimos hasta ahora. De ello muchas palabras y oraciones me dijo, como “No lo hizo porque nos Ama y además nos dio la promesa de que mandaría su simiente para arreglarlo todo”. Pero esto no refuta la idea de un Dios que no nos perdonó y nos castigó con algo peor que la muerte. Nada tiene que ver el que Dios nos Ame (bueno, sólo a los que creen en él), ya que como mencioné anteriormente, no existe relación alguna entre el Amor con el perdonar. Pudo darse el caso de que nos amara y aún así nos hubiera perdonado.

Pero el no perdonar no es malo, de hecho es positivo en un aspecto. Justo como alguna vez se lo dije a una persona cuando descubrió que un amigo le mentía de una manera hipócrita:
“¿Sabes? La verdad que descubre a la mentira siempre es dolorosa porque lastima algo que sólo obtienen los que son considerados como privilegiados: la Confianza. Sin embargo a final de cuentas lo más importante es que has aprendido algo… has aprendido a no confiar y es lo que te hace más humano y más fuerte. Tu desagradable experiencia te centra, te estabiliza y te hace distinguir lo que debes de lo que no debes hacer. Así mi amigo, ahora has aprendido de tu error y precisamente eso te distinguirá del mentiroso, esa es tu recompensa. Tú has dado una lección al mentiroso que no podrá olvidar por más que lo intente, siendo ésta: las consecuencias de vivir a expensas de una verdad inverosímil.”

Bueno, el hecho de no perdonar, es como lo dije en este comentario: Es algo que nos hace aprender de nuestros errores, nos hace aprender que no siempre se puede confiar como uno quisiera, nos hace ver que somos humanos. Para mi es imposible creer que alguien te diga “tienes que aceptar tu castigo y sólo así te habré perdonado. Eso definitivamente no es perdonar, eso se llama dar un escarmiento, darle a alguien su merecido o dar una lección. Aunque no se haga con el afán de vengarse, ya que un padre castiga a su hijo para que se reforme y aprenda las reglas, y aún así, lo hace por amor.

Así que después de este “mini ensayo” de 2,520 letras (y perdón por hacerlo no tan mini, no me imaginé que se convertiría en un ensayo de este tamaño), concluyo que si tú sí crees en el Perdón, te felicito por vivir en la utopía más maravillosa que uno se podría imaginar. Es más, me cae que hasta el socialismo deja de ser utopía al lado de una vida en donde exista el perdón. Si no lo habías pensado de esta forma y crees en la posibilidad de que lo que digo es cierto, bienvenido al Club. Estoy dispuesto al debate y, más estaré contento de recibir opiniones negativas o positivas, de crítica constructiva o destructiva.
Saludos…

Comentarios

Bruno ha dicho que…
De entrada... que buen blog el tuyo.

Mira que nunca había yo pensado en el perdon en la forma en la que lo expones. Y de hecho, aplicando el caso a mi persona, me considero (o consideraba, tengo que debatirlo conmigo mismo) una persona capáz perdonar pero no de olvidar.

Pero si no se olvida, cómo bien lo dijiste, no hay perdón absoluto. Siempre queda el resentimiento.. Y si eres medio ojete, vas a aprovechar la primera aoportunidad para vengarte. Eso, entre otras tantas actitudes, nos distingue como humanos.

Y la idea de que Dios nunca nos perdonó por comer de un arbol que Él mismo puso a nuestro alcanze.. pues me divierte.

Me gusta como expones tus puntos de vista, está interesante tu espacio. Saludos!

Entradas populares de este blog

El top 10 de lo inevitable

¿Cheetos sabor Naranja?

La película que más me impresionó