El arte de dar la espalda

Martes 3 de junio, Ciudad Universitaria, Ciudad de México a las 13:25, me encuentro con mi amigo Josh pegando unos anuncios del club de inglés en los alrededores de la facultad de filosofía y letras cuando recibo una llamada, es mi hermana y me pregunta “¿estás en clase?”, yo le contesto que no, “es que acaban de $%@/€...”, los signos no son groserías sino algo que no entendí puesto que ella se soltó en llanto. “¿Cómo? Perdón no te entendí”, pregunté un poco asustado, luego hubo una pausa, un suspiro y me respondió “acaban de desalojar a la Señora Alicia” y continuó llorando. Probablemente justo en este punto te estás preguntando ¿Quién chingados es la Señora Alicia? Bueno, yo a veces me pregunto lo mismo a pesar de que hemos sido vecinos desde que llegamos aquí (hace 24 años) hasta el día de hoy. La señora Alicia tiene tres hijas, la mayor era compañera de clases de la secundaria de mi hermana. Puesto que iban en el mismo salón y eran vecinas, se llevaban muy bien. Su amistad fue muy estrecha por algún periodo de tiempo. Yo por mi parte me llevaba muy bien con las otras dos que por cierto eran cuatas. Pero cuando crecimos todos tomamos caminos distintos y a pesar de que aún éramos vecinos, dejamos de frecuentarnos. Un hermano de la señora Alicia le pidió un préstamo a ella para comprarse una camioneta, pero cómo ella no podía prestarle tanto dinero, él le pidió que hipotecara su casa. Ella sin titubear puesto que son familia, accedió. Sin embargo el hermano con el tiempo se hizo el occiso y dejó de pagar la casa. La señora Alicia se dedicaba a vender gelatinas y flanes, así que por eso ella no podía pagar la deuda. Así que ésta fue creciendo y creciendo hasta que fue tanta la cantidad, que llegó hasta el embargo. De los 50 mil pesos, que fue la cantidad del préstamo inicial, culminó en los 700 mil pesos de puros intereses.


Martes 3 de junio, Colonia Progreso Nacional, México D.F. a las 19:23. Voy caminando por la calle 23 y veo cómo de la casa de la Señora Alicia sacan todas las cosas a una camioneta. Me pongo muy triste y como odio las despedidas, corro hacia donde vivo. 20:50, Subo a la azotea y sin importar que este lloviendo, miro la casa vacía. Me pongo nostálgico y reflexiono: ¿Cómo es posible que tu propia familia te traicione de esa forma? Digo, son hermanos y ella perdió su casa; él sólo la abandonó. Después de pensarlo mejor, me dio mucha rabia, y es por el hecho de que yo actúo de una forma similar. Siempre pongo las prioridades de los demás sobre las mías, y si se trata de elegir entre ayudar al éxito de alguien más aunque eso signifique renunciar al mío, lo hago sin titubear. Desgraciadamente eso es muy malo si te encuentras con las personas equivocadas, con personas a las que no les importa a quién aplastar con tal de alcanzar sus metas. Yo tuve muchas experiencias así, con gente a quien ayudé demasiado y que luego te dan la espalda y luego regresan sólo a pisotearte. Siempre me prometo a mi mismo no volver a hacerlo pero no puedo evitarlo, es parte de mi naturaleza caer siempre, una tras otra. Ahora con esto sigo pensando que este mundo está desmadrado porque siempre nos chingamos los unos a los otros con tal de alcanzar lo que deseamos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El top 10 de lo inevitable

¿Cheetos sabor Naranja?

La película que más me impresionó