-LA RESIGNACIÓN- Crónicas de un contador resignado

Estaba uno de los primero días capturando toda la documentación de los trabajadores para crear la nómina cuando de repente tocaron la puerta de la oficina. Salí a ver y estaba una persona que preguntaba por “el contador”, yo puse mi cara de guat y le pregunté “¿el contador?”, “sí el contador, me dijo el ingeniero que aquí estaba ¿si es esta la oficina?” y yo aún con mi cara de pendejo respondí afirmativamente, y en eso me cayó el veinte y que le digo, “¡ah sí! Aquí es la oficina ¿en qué le puedo ayudar? Yo soy el…” ahí hubo una pausa porque no sabía si estaba diciendo lo correcto, es decir, aún no me la creía, “yo soy el contador”. Pues resulta que era un proveedor y me estaba dejando unas remisiones.

Aquí es cuando nació la frase con la que abrí en la introducción.
Alguna vez había pensado que si algún día me comenzaran a conocer o nombrar como “filósofo”, me sentiría de lo más raro. Pero en ese entonces no había reparado en lo que sentiría si me conocieran como “el contador”.
Ahí fue cuando ya dije “¡Sip! No fue un sueño ni una alucinación, yo seré… el contador”.

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