De la emoción a la extorción

¿Cuántos de nosotros no hemos sido víctimas de extorción o fraude en cualquier modalidad (teléfono, secuestro exprés, clonación de tarjeta de crédito, etc.)? Tal vez pocos han sido los afortunados que no han tenido el honor. Me ha pasado varias veces y en la última comencé a preguntarme el por qué. ¿Por qué la gente usa la emoción de un individuo para poder obtener lo que desea? ¿Cómo diablos pasa? Existen miles de correos que exponen como algunos han sido víctimas y pretenden alertar a los demás para que no sean otros más del montón. Y cuando has leído cada uno y te das cuenta de que son muchísimas formas en las que se ha practicado, a veces te pones a pensar “no creo que se les ocurra ya nada más. Todo ha sido hecho”. Pero la creatividad parece no tener fin alguno.

No basta con preguntarnos el por qué fui víctima de la extorción hoy, o ayer, o el mes pasado. La respuesta está mucho más allá y tiene que ver con nuestra forma de educación, ya que cada uno de nosotros ha sido educado para responder con ciertas emociones hacia varios estímulos. Lo he visto mucho ahora que pongo atención a todo lo que hacen mis sobrinos y como mi hermana los motiva o los reprende. También regreso en mi memoria hacia el pasado y me doy cuenta de lo mismo. Por ejemplo, “No digas groserías” te dice tu mamá o papá cuando eres pequeño (bueno, eso era antes, creo que ya no es parte de la educación general hoy en día), en algún momento cuestionas la orden y le dices “cabrón” a tu papá, el pide que le repitas lo que dijiste y respondes: “¡no mame jefe! ¡Bájele de huevos que sólo es una pinche grosería!”, inmediatamente recibes una tunda que no vuelves a olvidar en tu vida. De ahí en adelante siempre estás con el pendiente, con el temor de que si tu papá te escucha de nuevo lo vas a lamentar. Esta es una forma de manipularnos haciendo uso del miedo. Para citar otro ejemplo recuerdo cuando estaba en la primaria, un compañero me decía “mi papá me dijo que si sacaba buenas calificaciones me iba a comprar un nientiendo”, con eso en mente se apuraba y sacaba buenas calificaciones; el siguiente año me presumía de que efectivamente había recibido un nientiendo. Yo intentaba aplicar la misma diciendo a mis papás “¿si saco buenas calificaciones me compras ‘x’?”, en mi caso eso no funcionó así que aprendí mi lección y a no tener una meta por la cual luchar en cosas vanales. Ésta es una forma de manipularnos haciendo uso de la ilusión. Podría citar muchos más como “te compro una paleta si te portas bien” o “¡Ándale! Vuélvelo a hacer y ya verás cómo te va”, etc. Todo esto no está muy distante de cuando eres adulto, porque pasa completamente lo mismo, pero como ya somos “adultos” y procesamos cosas más “complejas”, es que requerimos a la manipulación “enrevesada” de emociones, algo así como “caperucita roja” versión para adultos. Contestas el teléfono y te dicen “tengo a tu hijo, si quieres verlo con vida tienes que darme ‘x’, y no hables a la policía porque lo mato. Y recuerda que tienes ‘x’ horas”. El típico ejemplo de manipulación por miedo. Contestas el teléfono y te dicen “¡Felicidades te has ganado un millón de pesos! Lo único que tienes que hacer es comprar 5 tarjetas de prepago para celular y mandar un mensaje al numero ‘x’ “, o también “sólo tiene que pasar a recoger su premio al lugar ‘x’, ¡pero no olvide su tarjeta de crédito!”. Un ejemplo más de manipulación por ilusión. O qué tal cuando se te acerca una chava bonita (o chavo guapetón, si eres niña) y de una manera muy amable te pide una ayuda, tú con gusto accedes y cuando te das cuenta has hecho algo malo, no ganas nada más que todas las consecuencias.

En fin, con esto se puede demostrar que sólo hay un paso de distancia entre algo infantil y algo real en la vida de un adulto. Algo que le da sentido a la expresión “¡me chamaquearon!”. También está claro que en el cómo nos educan, define lo que fuimos, lo que somos y seguiremos siendo. Así que, ¿cuándo dejamos de ser infantes?

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