Funerales

El domingo pasado (2 de noviembre) fui a visitar a un amigo, al que visito dos veces año tras año. Ayer que hice remembranza, recordé que no fui a su funeral. Pensé en ello porque ayer tuve que estar presente en uno, pero no quise ir. No lo sé, no es que no apreciara a la persona. Aunque convivimos poco durante la prepa, me dolió el que se haya marchado. Pero luego de pensarlo mucho, me di cuenta de que nunca he ido a un funeral, ni siquiera al de mis dos abuelos y el de un tío, a quienes quería mucho. Tal vez sea por el hecho de que prefiero que mis últimos recuerdos de ellos sean de cuando estaban en vida y no de un cuerpo inerte en una caja que será enterrada. Justo ayer me dije “tienes que ir, debes ir”, y me convencí de hacerlo, pero flaqueé y no pude ir. Sin embargo, siguiendo con el mensaje de la anterior entrada, debería haber ido y decir “es tiempo para festejar, porque han pasado a mejor vida”, es sólo que no dejo de pensar y a veces me pregunto si me perdonarán que no me haya ido a despedir personalmente en su funeral.

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