¿Sólo? ¿o acompañado?

Hace días que quería escribir algunas entradas, pero desde hace tres semanas se ha hecho costumbre que se vaya la luz cada fin de semana en esta colonia. En fin, hace dos días salí del metro politécnico aproximadamente a las 12:20 de la noche, era tan tarde que la única opción era caminar hasta donde vivo. No es la primera vez que me veo en esa necesidad como se aprecia (y sólo como un ejemplo de tantos) en la anterior entrada “Señor Tiempo… ¡está usted detenido!”. Esta vez también tuvo lugar algo interesante. Exactamente saliendo del metro politécnico hay una agencia de automóviles por la que tengo que pasar. En seguida de donde termina dicho local hay una entrada para poder acceder a la ESCOM del IPN, pero por lo tarde que era ya estaba cerrada. Pero justo ahí salieron dos perros que se me acercaron. Uno era blanco con manchas negras (tipo dálmata) y el otro era color canela de tamaño mediano. Primero pensé “¡ya valí! unas cuantas mordidas por parte de unos perros que asignan a cuidar algún local, pero que se les olvidó poner dentro del local”. Pero sólo se acercaron a olerme y continuaron caminando en frente mío. A veces se detenían a oler algo, yo los arrebazaba, me alcanzaban y se repetía el proceso hasta que llegué a la Avenida Margarita Maza de Juárez. Cuando ya estaba del otro lado, me alcanzó sólo el de color canela. Unos cuantos metros más adelante me percaté de que el animalillo me estaba siguiendo ya que su compadre no iba con él. Y fue más obvio cuando pasamos por un hotel que tiene una larga jardinera, pero si entras a la jardinera te topas con pared y no hay salida más que por donde entraste; en el momento que el perrillo se percató con que no había salida, volteó a verme con cara de “¡¿chale que pedro?!” yo seguí caminando y vi cómo el perro corrió muy rápido hasta el otro lado para salir y poder alcanzarme. Así nos fuimos juntos hasta cruzar el Río de los Remedios. La verdad es que su compañía me hizo el recorrido más reconfortante, a pesar de que no podíamos hablar. Todo el camino me hizo sentir que no estaba sólo. Ya llegando a la esquina de la calle 23 y la 28 estaba un puesto de hamburguesas en pleno apogeo, es decir, había mucha gente comprándolas como pan caliente. Así que compré tres “perros calientes” y me fui con mi amigo a un jardín que hay más adelante. Nos sentamos, le convidé dos y yo me comí el otro. El problema fue que media cuadra más adelante sería donde nos separaríamos. Entré a donde vivo y pensé que el perro intentaría ir conmigo. Sin embargo no lo intentó, sólo se sentó junto a un poste que está exactamente frente a la entrada. Yo cerré la puerta y me metí, pero inmediatamente me sentí mal porque me gustan los animales y me partió el corazón abandonarlo pese a que él no lo hizo en todo el camino de regreso. El problema es que ya tenemos dos perras, una gata y una hurona, así que mi familia no aceptaría un perro más. Fui por un poco de agua para darle, pero cuando salí ya no estaba. Espero que esté en donde esté, se encuentre bien.

Comentarios

Leo Yoshiyuki ha dicho que…
Hola! Está buena la historia, me gustó sobre todo porque me imaginé caminando por Eje Central a esas horas de la noche (NPLAIYMSLH) y en verdad que cualquier compañía sería reconfortante. Gracias por los comentarios en el blog!!! Espero que ahora sí, pronto nos veamos... Cuándo vienes a mi casa a jugar Wii???

PD: NPLAIYMSLH quiere decir, "Ni Pinche Loco Aunque Igual Y Mariguano Si Lo Hago" es una (no) abreviatura que se me ocurrió al escribir este comentario... XD

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