Ensayo sobre el Orgullo y la Dignidad

Bueno, una vez más tras otra ausencia, estoy aquí regresando con un agradecimiento a todos aquellos conocidos y desconocidos que pasan por estos rumbos a tomarse un poco de tiempo para leer estas palabras huecas de sentido y de significado peculiar. Gracias a todos aquellos que han leído la entrada de los cheetos sabor naranja y me han sacado de la duda de si eso había sido algún alucín mío que me dio tras atragantarme con múltiples bolsas de cheetos hasta que el queso artificial llegó a mi cerebro y me desquició, ahora puedo decir que no estoy sólo, somos varios los que tuvimos efectos secundarios de los deliciosos cheetos. En fin, esta ocasión expondré una reflexión sobre dos conceptos que todos conocemos y usamos, que he pensado últimamente debido a varias circunstancias en las que he estado inmiscuido. Por supuesto que será desde mi retorcido punto de vista y tal vez pocos estén de acuerdo. Bueno, me refiero a dos palabras que tienen una conexión muy singular, me refiero a: Orgullo y dignidad.

Según el diccionario de la lengua española, la definición de ambos conceptos es la siguiente:

Orgullo.- Exceso de estimulación de sí mismo y de los propios méritos, por la cual se cree uno superior a los demás. Sentimiento legítimo de la propia estimación, nacido de causas nobles y virtuosas.
Dignidad.- Cualidad de Digno. Respeto que merece alguien.

El orgullo y la dignidad son dos conceptos completamente distintos. Hasta cierto punto de vista sin relación alguna entre ellos partiendo de los meros conceptos, es decir, no hay una necesaria posibilidad de que para que exista una debe darse la otra, o que sea una unión causa efecto en doble sentido, o de otra forma: si hay orgullo entonces hay dignidad y si hay dignidad entonces hay orgullo.

Como se puede asegurar, cada concepto no es nada en sí mismo, es decir, podemos entender lo que significa la palabra, pero no tiene ningún sentido por sí misma hasta que se plantea en una situación, en alguna circunstancia gramatical de expresión de ideas. Si yo digo “voy a expresar algo: “orgullo”, quien me escuche va a decir “¡ah sí! Orgullo.- exceso de estimulación de sí mismo y de… bla bla bla. ¿Y? ¿Qué con eso?”. En cambio si digo “el orgullo es un pecado capital según las palabras de la biblia”, por supuesto que nos referimos al concepto de “orgullo” para entender la idea, pero con esa expresión se le está dando un sentido malo a una palabra que en sí misma no tiene. El punto del choro anterior es que el orgullo no es malo, tampoco bueno, simplemente es el cómo lo usemos o como lo estemos juzgando. De lo mismo diríamos de la palabra dignidad.

Yo he visto un sentido positivo y uno negativo con respecto al orgullo, en dos frases comunes pueden ser expresadas: “Estoy orgulloso de mi hijo” y “Juanita es muy orgullosa”. Estar orgulloso de alguien es bueno, como lo dice la segunda definición de orgullo “Sentimiento nacido de causas nobles y virtuosas”, es como querer resaltar que la virtud de alguien más te hace sentir bien. Por otro lado, cuando alguien “es orgulloso”, referimos a la primera definición y el problema reside en “hacer de menos” a los demás. Digo, no tiene nada de malo en sentirse bien de los méritos que uno mismo logra si también se acepta que los demás pueden tener más méritos o mejor elaborados, es decir, sentirse bien de uno mismo conociendo nuestros límites y sabiendo que los de los demás pueden ser más extensos. Voy a poner un ejemplo personal: Cuando yo tengo problemas personales, a veces inconscientemente los reflejo en mi actitud, mis acciones, mi semblante o mi manera de hablar, cosa que los demás perciben. A veces cuento la situación, claro, omitiendo detalles importantes y siempre haciendo resúmenes para que los demás no sientan empatía y deseen ayudarme. La razón es porque (según yo) no quiero que sientan lástima de mí o para que mis problemas no se hagan los problemas de los demás. Alguna mente inocente por ahí podría pensar “qué noble” o “qué considerado” o “qué humilde”, pero la verdad es que no es así sino todo lo contrario. Es una expresión extensa de mi orgullo. Es estar como decir que si no puedo yo solucionar mis problemas es tonto pensar que alguien más lo hará por mí. Es hacer de menos a quién quiere ayudarme y que muy probablemente lo haría mucho mejor que mis intentos fallidos. El permitir que alguien me ayude sería estar lastimando mi dignidad. ¡Oh sí! Aquí viene una relación entre mi orgullo y mi dignidad. Como dije al principio, ambos conceptos no son codependientes, sino que yo en mi retorcida mente los uno.

La dignidad, como lo dice el diccionario significa “respeto merecido”. La desafortunada manera en que yo la relaciono con el orgullo (y seguro muchos lo harán), es que el orgullo se trata de los méritos propios y en consecuencia, te ganas el respeto de los demás. Es decir, mientras mejor seas como persona, más méritos tendrás; con más meritos acumulados, la gente te respetará, por lo tanto las personas orgullosas merecen más dignidad. ¿Cierto? Bueno, para nada, en realidad para el sentido común esto sería una contradicción porque de hecho las personas más orgullosas son las menos respetadas, son las más despreciadas, incluso los orgullosos desprecian a quienes son más orgullosos que ellos mismos. Vamos a llegar aún más lejos a la contradicción para hacerla más sólida, pero para ello necesitamos preguntarnos ¿cómo se gana el respeto? O mejor aún ¿qué es el respeto? Según el Diccionario de la lengua española:

Respeto.- Consideración sobre la excelencia de alguna persona o cosa, sobre la superior fuerza de algo, que nos conduce a no faltar a ella, a no afrontarla.

Con esta definición respondemos al qué es y cómo se gana. Sin embargo esto nos lleva a una cadena explosiva de problemas: Si acumulo méritos propios, me lleva a ser superior que los demás. Esa superioridad conduce a merecerme el respeto de los otros y en consecuencia mi dignidad es mayor. Con todo lo anterior puedo completar el cuadro de requisitos para ser una persona orgullosa. Por lo tanto, el orgullo es directamente proporcional a la dignidad. ¡Listo! Así por medio de conceptos fundamentamos y consolidamos una contradicción al sentido común. No hay de otra, las personas orgullosas deben ser respetadas. Frases como “prefiero morir con dignidad que vivir sin respeto” serían como decir “prefiero morir con orgullo que vivir sin él”. Al final de cuentas el orgullo se alimenta solito y la dignidad ya no es tan buena como solemos usarla.

Regresando a mi parecer con respeto a que no quiero que los demás me ayuden porque si no se lastima mi dignidad, tiene sentido porque como ya había mencionado, solemos darle un significado positivo a la dignidad. Algo así como que es lo único bueno que tenemos hasta el final y si lo perdemos nos quedaremos sin nada. Pero entonces regresamos a lo mismo, si lastiman mi dignidad, entonces lastiman mi orgullo, es decir “no quiero que los demás me ayuden porque si no se lastima mi orgullo”. Al final llegamos a la conclusión de que todos nos movemos por orgullo. El orgullo nos da la identidad ante los demás, el orgullo es el motivo de hacer las cosas. ¿Para qué estudiamos una carrera? ¿Por qué compramos ese tipo ropa que vestimos? ¿Por qué pintamos la casa de ese color?

Desafortunadamente lo que no hacemos por necesidad, lo hacemos por orgullo. Lo único que me atrevería a aconsejar, es lo que el vino y los cigarros advierten “evita el exceso”, porque el orgullo se puede convertir en nuestra propia destrucción. Es bueno, o debería serlo el sentirnos bien de lo que somos y lo que hacemos sin hacer de menos a los demás. ¡Mugroso orgullo es mi maldición! Para concluir dejo unas citas que saqué de un episodio de la serie “Hechiceras” que da sentido a esta entrada:

“El orgullo es el más poderoso de los pecados. Te hace creer que eres invencible. Es el único pecado que no se doblega porque no hay un acto generoso en el orgullo”.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
UO...:) Amen.........

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