¡Y soy rebelde! Porque no sigo a los demás...

Hola. Sé que hace tiempo (más de un mes) no escribo. Me disculpo por ello aunque, realmente habrá quienes pensarán: ¡a mí que me importa! A ello también me disculpo por estar malgastando este espacio, un lugar que se podría ocupar para hablar de cosas más interesantes: de informática y tecnología, de recetas de cocina, de los nuevos capítulos de RBD, de la ropa de moda, de lo que hace el presidente del espurio y lo que dice el presidente legítimo, o de muchos temas más. ¡Pero no! Sólo hablo de cosas tan tontas como lo que me pasó hace poco, casi semana y media para ser más precisos, y de lo cual estuve meditando si colocarlo en este espacio o no debido a su trivialidad y que está ya, pasando de moda en México.
Hace dos sábados fui a dejar un trabajo de edición de video cerca de Pantitlán, allá en la colonia agrícola oriental. Mi cita era a las 8:30 p.m. Todo estuvo muy bien, solo que me atendieron cerca de las 9 y en lo que se hizo la revisión, salí de las oficinas casi a las 9:30. A cuadra y media de allí estaba la avenida en donde tomé el microbús que me dejaba en el metro pantitlán. Me senté del lado derecho en el asiento que colinda con el pasillo (no del lado de la ventana) en el segundo asiento de adelante para atrás. En frente mío estaba una señora y una niña, soy malo para calcular la edad pero pienso que la menor oscilaba entre los 10 y 12 años. Todo era normal hasta que en una esquina subieron dos tipos que decían “¡todos quietos, esto es un asalto, no se les ocurra hacer ninguna pendejada y todos llegarán a su destino!”. La niña se puso muy nerviosa, su mamá le decía “no te preocupes hijita. Sólo cálmate. No te asustes. Hagamos lo que dicen y estaremos bien”. Uno de los asaltantes comenzó el saqueo desde atrás y el otro por adelante. El último mencionado despojó de sus pertenencias a los que estaban del lado izquierdo y luego pasó con la mamá y su hija. La señora dio su dinero y el mono se exaltó diciendo “¡qué! ¡¿Esto es todo lo que traes?! ¡¿Esto es lo que vale tu hija?! Hizo la última pregunta mientras apuntaba a la cabeza de la pequeña con la fusca. Ella comenzó a llorar y decía “Ayúdame mamita, por favor ayúdame. No dejes que me maten”. La señora casi en llanto rogaba porque no lastimara a su hija. Fue entonces que me llené de rabia, me levanté encarando al tipo y le dije (y disculpen las palabrotas, pero bajo las influencias de un estado de encabronamiento fue lo que instintivamente salió de mi boca): “¡no mames güey! ¡Es una niña!¡No te pases de pendejo! El chavo (de entre unos 25 a 30, creo) volteó hacia mí apuntando el arma a mi pecho y dijo “¡¿Qué te la vas a dar de machín!? Inmediatamente pensé “¡En la madre! ¡Que hice!”. Di dos pasos hacia atrás, pero no pasó nada. Creí que dispararía inmediatamente en cuanto me apuntó. Así que por un momento, en un desplante de esos en los que la presión hace que tu cholla no trabaje adecuadamente, generando ideas absurdas; pensé en el por qué no había disparado ¿acaso no tiene valor? O ¿será que el arma carece de balas o tal vez de autenticidad? Fue entonces que decidí echarme el albur. Di un paso al frente y me incliné hacia el revólver: “Aquí duele más y no puedes fallar”. Estando mi cabeza frente a la pistola, podía ver el gatillo y su dedo demasiado cerca. Fueron de esos momentos cortos que se te hacen eternos. Miles de cosas pasaron por mi cabeza en tan sólo unos segundos. Entre ello pensé lo “peor” y dije: por fin será aquí mi liberación, mi libertad de un pinche mundo jodido donde nos odiamos los unos a los otros pero lo ocultamos con una gran máscara que dice “todos son buena onda y los quiero, hagamos la paz entre naciones”. Segundos después sólo sentí un golpe en la tatema con algo así como un plástico hueco. Sí, era una pistolita de juguete. Una inmensa rabia hizo que sintiera mi cabeza caliente y palpitando la sangre rápidamente. Me lancé en contra de mi agresor tirándonos cerca de la palanca de velocidades del chofer y lo empecé a golpear sin darle oportunidad de responder hasta que quedó sangrando de la cara. El chofer me dijo “ya cálmala carnal”. Me detuve, me levanté y miré hacia atrás preguntándome que había pasado con el otro, por qué no me disparó mientras le di la espalda. Fue el mismo caso, la gente al ver que su herramienta para subyugarnos era falsa, entre varios lo agarraron y evitaron que se fuera en contra mía. La pequeña seguía llorando y su mamá la abrazaba. Miré a todo los pasajeros. Los que permanecían sentados tenían cara de desconcierto, esa cara del “¿y ahora qué?”. Algunos comenzaron a gritar “órale par de pinches pendejos farsantes, lléguenle ya”. El microbús ya estaba detenido, así que los de atrás empujaron al asaltante hacia afuera mientras le dieron algunas patadas. El chofer se paró de su asiento y pateando al casi inconsciente tipo tendido en el piso le decía “¡órale cabrón bájate también!¡No porque estés tirado en el piso te voy a llevar hasta la puerta de tu casa por lástima!”. Como pudo se levantó y se bajo rápidamente del transporte. Inmediatamente el chofer reanudó el servicio y yo parado no supe que hacer, así que regresé a mi asiento. En algún momento no soporté la presión, casi casi podía sentir la mirada de todos detrás de mí mientras murmuraban no sé cuantas cosas. Con mis dos manos sobre el tubo del asiento de enfrente, recargué mi cabeza sobre ellas. Algunas lágrimas salieron de mis ojos cerrados. El señor a mi lado me pregunto ¿Amigo estás bien? Yo le dije que no, a lo cual replicó ¿te llevo a un hospital?... “Tal vez necesite un hospital mental, porque nada físico me duele. Sólo la cabeza. Pero gracias por la oferta” le dije de una manera sarcástica. Cuando llegamos al metro Pantitlán, al descender el chofer me dijo “¡bien hecho compadrito!”, la señora con su hija ya habían descendido y sólo esperaron un momento para decirme “muchas gracias joven, de verdad que nos sentimos agradecidas de que Dios lo haya puesto a usted en nuestro camino”. De una manera muy seca y cortante contesté “está bien, no hay por qué” Creo que me porté muy parco y probablemente el motivo fue que aún me sentía frustrado y lleno de rabia. ¡No fue un acto heroico! En efecto yo fui un egoísta. Soy culpable de que, en parte no lo hice por nadie en el micro, lo hice por mí. La pequeña niña fue sólo el pretexto que me dio valor. Como lo dije anteriormente, a veces me siento cansado de ver todo lo que pasa a mi alrededor, lo que pasa en el mundo y lo que provoca la naturaleza egoísta del ser humano (la cual acabo de demostrar yo mismo con mis actos hipócritas de “heroísmo”) entre otra mierda más. Por lo tanto no estoy seguro que pasó: o me enojé por el hecho de que el pistolero me engañó haciéndome creer que por fin sería libre de lo anteriormente mencionado, o posiblemente porque muy en el fondo anhelé que todo hubiera sido cierto y en estos momentos estuviese en el infierno (o condenado a la nada, que es lo mismo) en vez de estar escribiendo esta trivialidad a la que muchos tal vez ya estén familiarizados.
Una vez más mis disculpas por mostrar mi yo obscuro y lo podrido que estoy por dentro. Pero al final, si pudieron aguantar hasta este punto sin apretar el botón con forma de tachesito de la esquina superior derecha de esta ventana mientras decían ¡Ahh pinche mamón!, se darán cuenta que usé este espacio para algo parecido a lo cual me disculpé en el primer párrafo, y que dije que ésto no sería: un lugar en donde hablaría de un capítulo de una telenovela de esas tan pendejas que pueden ver en el canal de las estrellas. Una vez más me disculpo y aclaro que, lo que estoy diciendo es que las telenovelas de televisa (y las de TV azteca también ¿por qué chingados no?) son pendejadas, mas no la gente que las ve, yo los llamaría ingenuos. En fin, por enésima vez una disculpa por decir toda esta basura. No estoy bajo los efectos del alcohol o de estupefacientes. Estoy bajo el poder de la amargura, el rencor y la ira… o demencia. No lo sé. Todos le ponen nombres distintos a la misma perra revolcada.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Mnnn. Difícil situación °~° Yo no sabría qué hacer si me encontrase en un momento así. Y es que da coraje, y no lo digo por el dinero, sino porque cada vez estamos peor. Y cuando uno sale de casa está esa inseguridad, el no saber si regresas, si tu familia estará bien,...
Además (y esta va para los asaltantes), cómo es eso de: “qué! ¡¿Esto es todo lo que traes?! ¡¿Esto es lo que vale tu hija?!”
Osea, Hello!! Nadie va a saber que x día te van a asaltar -_-¡*@#! Y pues la mayoría no ganamos sumas millonarias, en dado caso, qué haríamos en un micro??? Mejor me compro un carro (no mejor un helicóptero...) y esa, es oootra historia...

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